lunes, 21 de diciembre de 2020

La última NAVIDAD de EMILIA

 

La última NAVIDAD de EMILIA

En el mes de diciembre de 1892 nuestra amada Madre se vio aún más quebrantada en su salud. De tal magnitud fue su gravedad que pidió al señor Arzobispo la gracia de hacer sus Votos Perpetuos. Le fue concedido el permiso. El 11 de diciembre, sus hijas, las Hnas., la llevan al pie del altar para hacer su compromiso definitivo con Cristo, el Amado de su alma, en artículo de muerte. El P. Machado, autorizado por el Arzobispo, recibe las sagradas promesas, sellando, así, su desposorio definitivo con Cristo. Estaba felicísima y hasta parecía que estaba en franca mejoría. Sin embargo, no fue así.

Su piedad y devoción aún le dio ánimo para arreglar por última vez el Portalito al Niño Jesús. Con muchísima dificultad respiratoria, apoyada en su silla o en el brazo de alguna de sus hijas, gozaba su corazón al hacer con tanto amor el pesebre al Divino Niño.

Llegó la Noche de Navidad y ella no tuvo otros pensamientos, otras ocupaciones. Pasó la noche en íntimos coloquios con el Hijo de Dios, hecho niño por nosotros. Las Hnas. la veían radiante, ensimismada en la contemplación de este gran Misterio del Amor de Dios. Sus corazones sentían una profunda tristeza al verla tan acabada y presentían que sería la última Navidad que pasaría con ellas. Les quedó el recuerdo imborrable de su ternura, delicadeza, amor entrañable, alegría, gozo espiritual y silencio con que vivió estos días.

Pidámosle que nos alcance del Divino Niño las gracias que necesitamos para vivir plenamente cada Navidad, celebrando el cumpleaños del Amor de Dios encarnado.


sábado, 5 de diciembre de 2020

En los 162 años de su nacimiento

 

162 años de su nacimiento

El 7 de diciembre de 1858 hubo fiesta en el cielo y fiesta en la tierra. Desde el cielo, nuestro Padre Creador hizo un precioso regalo a Venezuela, concretamente a Caracas: nació Emilia Chapellín Istúriz.

En tierras caraqueñas, una familia celebró el regalo. El matrimonio lo formaban Ramón Chapellín y Trinidad Istúriz. Familia con raigambre cristiana a toda prueba. En ella se podían palpar las virtudes evangélicas hechas vida en el hogar, con los vecinos, y muy especialmente con los pobres.

Emilia fue la novena de los doce hijos.  ¿Y por qué celebraron los esposos Chapellín Istúriz la llegada de esta hija?  Pues, ellos estaban convencidos de que un hijo es signo del amor de Dios, manifestación de la generosidad de Su Corazón. Conocían muy bien lo que dice el Salmo 127,3: “Un regalo del Señor son los hijos, recompensa, el fruto de las entrañas”. Como auténticos creyentes, a los treinta y seis días de nacida la llevan a la Iglesia Catedral de Caracas a recibir el Sacramento del Bautismo, de manos del Cura Interino, Rvdo. P. Gaspar Yanes, y apadrinada por Miguel Chapellín y Manuela Istúriz.

Comienza para Emilia una relación filial con Dios, es ahora templo del Espíritu Santo, participa de la vida divina plenamente. Sus padres pusieron todo su empeño en cultivar esta gracia divina en ella y poco a poco fue dando frutos visibles en las virtudes que practicó a lo largo de su corta pero intensa vida.  Cuando, en los últimos días de su vida, dijo: “Mi espíritu está lleno de Su presencia”, fue porque en su alma acogió siempre este Don recibido en el Bautismo con generosidad, su corazón fue disponible a la acción de la gracia y, por ello, Dios hizo experiencia en ella, colmándola de favores espirituales.

Emilia, arropada por el amor de Dios, no se quedó ensimismada en el Misterio. El amor no es estático, es dinámico, impulsa a ser canal de la vida que lleva en sí. Por eso la veremos como una mujer que, desde niña y siempre, no se quedaba tranquila en la comodidad y bienestar de su casa, sino que salía de prisa –como María de Nazaret al saber que su prima Isabel necesitaba ayuda- a socorrer al niño que lloraba, al pobre que pedía auxilio, al enfermo que imploraba salud, al mendigo que rogaba una limosna.  No lo hacía sola. Involucraba a sus hermanos, los hacía cómplices de su caridad. Con toda sencillez, colocaba un plato vacío en la mesa del comedor de su casa para que ellos, antes de comer, pusiesen algo de su comida, y luego ir a socorrer a algún hambriento, que siempre los ha habido y habrá, como lo dijo Jesús: “Pobres tendréis siempre entre ustedes” (Mt 26,11). Cuando atendió a su madre enferma, fue tal su entrega, su caridad, su delicadeza y cariño, que ésta no pudo menos que llamarla “hermanita de la caridad”.  Y así fue toda su vida. En ella el amor a Dios y a los hermanos más necesitados fue inseparable. Toda su vida es ejemplo de que sí es posible vivir el Evangelio con radicalidad. Ya religiosa, consagrada al servicio de Dios y de los pobres como  Hermanita de los Pobres de Maiquetía -no obstante la salud precaria que la acompañó siempre-, no escatimó esfuerzos por entregarse totalmente a su misión. Dan fe de ello los testimonios de quienes la conocieron y las Hnas. antiguas que tuvieron la bendición de compartir con ella sus pocos años en la Congregación.

El 18 de enero de 1893, a los 34 años, 1 mes y  11 días entre nosotros, Dios, Padre Creador y Dador de Vida, a Quien amó con todo su ser, la llamó a entrar en su Luz maravillosa para darle el premio merecido por sus desvelos a favor de sus hermanos. Vivió y murió en olor de santidad. El Beato Juan Pablo II la declaró Venerable el 23 de diciembre de 1993.

En este  Año de la fe, Emilia es para todos -niños, jóvenes y adultos- un modelo de creyente en los bienes eternos y en las realidades humanas que necesitan ser transformadas. Podemos aplicar a Emilia lo que dice Su Santidad Benedicto XVI en la Carta Apostólica  Porta Fidei con motivo del Año de la fe: “Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19) (PF,13).

El  Proceso de beatificación de la Venerable Madre Emilia De San José sigue su curso y estamos intensificando la oración para que, por su intercesión, el Señor conceda el milagro que se requiere,  el cual ha de ser inmediato, completo y duradero.

Si usted está pasando por una situación difícil, como el diagnóstico de una enfermedad grave, o está ante un peligro inminente, no dude en pedir a la Santísima Trinidad la intercesión de la Venerable Madre para obtener la gracia solicitada. En este caso, es preciso dirigirse solamente a ella, pues es una condición indispensable que pide la Sagrada Congregación de la Causa de los Santos para el análisis de un milagro.

causabeatiemilia@gmail.com

Hna. Rosalía Cordero M., hpm

viernes, 16 de octubre de 2020

Emilia en las redes

 


Buenos días, devotos de nuestra Venerable Madre Emilia de San José.

Como les decíamos en un artículo en este Blog, iniciamos la incursión en algunas redes sociales para dar a conocer la vida de santidad de la Madre.

Cada miércoles invitamos a sus seguidores a conectarse a Instagram a las 11:30 a.m. para rezar en directo el Rosario por los enfermos desde la capilla donde reposan sus restos en el Hospital San José de Maiquetía.

A las 8:00 p.m. transmitimos en vivo un sencillo programa, donde se va narrando su vida, virtudes y frases, que van nutriendo nuestro espíritu al acercarnos más a su interior, descubriendo ese manantial de vida en Dios que le permitió practicar heroicamente todas las virtudes, en una palabra, a vivir una vida de santidad, al estilo de Jesús de Nazaret. Las hermanas vamos haciendo este programa, sin tener mayores conocimientos de tecnología, mas el amor que profesamos a nuestra Madre hace que vayamos venciendo un cierto miedo que da el pararse ante una cámara y hablar con soltura. 

Desde el inicio del programa pedimos a quienes se conectan que vayan anotando los nombres de los enfermos por quienes quieren que pidamos la intercesión de la Madre. Así lo hacen y, antes de finalizar, los nombramos y rezamos la oración.

Aprovechamos esta ocasión para pedirles que se conecten para que puedan ir conociendo la vida de santidad de Madre Emilia, la den a conocer, la invoquen en sus necesidades y nos hagan saber las gracias y favores que Dios les concede a través de ella.

Damos gracias a Dios por estos pequeños gestos que nos permiten interactuar con los devotos de M. Emilia.

Seguimos pidiendo a la Santísima Trinidad  su pronta beatificación y que el Señor envíe a nuestra Congregación, nuevas y santas vocaciones.

viernes, 3 de julio de 2020

La amistad en Madre Emilia


La AMISTAD en Madre Emilia

Un rasgo poco comentado en la vida de nuestra amada Madre Emilia de San José es su experiencia de vivir la amistad.

Ella fue una mujer plenamente humana que compartió muchas experiencias con las hermanas, con los enfermos, con los ancianos, con los niños, con los pobres. En ellas iba dando lo mejor de sí, dejando una estela de humanidad y santidad.

Hoy queremos ahondar algo más en una relación muy hermosa de amistad, confianza y afecto que tuvo con otra gran mujer, llena de Dios y de alma grande.
Se trata de Isabel Lagrange.

El P. Santiago Machado había organizado una Junta de caridad  a domicilio para atender a los pobres y enfermos. La presidía la Srta. Isabel Lagrange. Cuando Emilia Chapellín llega a Maiquetía y se pone en las manos del P. Machado para que sea su director espiritual, él le sugiere entrar a la Junta, cosa que a ella le agradó muchísimo porque veía cómo sus anhelos de servir a los pobres se iban consolidando. Ambas jóvenes, ante Jesús Sacramentado, donde pasaban horas enteras en oración y adoración, fueron estrechando su santa amistad. Es muy cierto, que cuando dos personas buscan a Dios y se encuentran, nace y crece una amistad sólida porque es Dios quien la suscita y la fortalece. Ante Él, llenas de amor de Dios, animadas de igual celo apostólico, aspirando al mismo ideal, se comprendieron mutuamente y sus conversaciones eran leña que alimentaba el fuego del Amor de Dios y sus deseos de servirle. Isabel, escuchando las experiencias de Emilia en Curazao, iba sintiendo aún más sus deseos de consagrarse a Dios. Emilia, escuchando a Isabel, hallaba grande estímulo, ayuda y consuelo en las virtudes que iba conociendo en ella.
¡Qué hermoso vivir así una amistad! ¡Cuánto bien puede hacer a las almas el compartir las experiencias espirituales! 

Con gran alegría vio el P. Machado la unión de estas dos almas, su caminar veloz hacia la santidad y sus deseos de ser todas para el Señor, en la vocación a la que cada una se sentía llamada. Ambas atendían a los enfermos, se desvivían por ellos, salieron a pedir limosna (algo insólito en aquella época, que dos jóvenes de la alta sociedad salieran a mendigar), se entregaron a la misión como buenas samaritanas.

Pasaron los meses y después le tocó a Isabel regresar a Caracas y, conociendo a su gran amiga, le pareció bien declinar en ella la presidencia de la Junta.

Isabel Lagrange fundó después la Congregación Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús el 4 de octubre de 1890, un año después de que el P. Machado y M. Emilia fundaran nuestra Congregación Hermanitas de los Pobres de Maiquetía.

Damos gracias a Dios por este testimonio de amistad santa, pura, llena de Dios e impulsada hacia el amor a los hermanos. Una amistad verdadera nunca se queda entre dos sino que los corazones, movidos por el amor de Dios,  salen en búsqueda del otro, del hermano, del necesitado de afecto, pan y dignidad.




domingo, 5 de abril de 2020

Identificada con Cristo Crucificado

En toda la vida de la Venerable Madre, la Cruz se hizo presente.
El dolor tocó a sus puertas siendo aún niña; su salud siempre débil le acarreaba no pocos sufrimientos; la muerte de su madre le ocasionó tan gran dolor que le suplicaba al Señor se la dejara un poco más si era conforme a su Divina Voluntad, no le fue concedida esta gracia y continuó por el sendero que Él le indicaba.

Ya religiosa, en el Hospital San José, pasó por innumerables pruebas que no hicieron otra cosa que mostrar su espíritu de mortificación, de sacrificio, abnegación, obediencia y acatamiento en todo a lo que el Señor pedía a su generoso corazón.
Aunque estuviese cansada de las salidas a pedir limosna para sus pobres y enfermos, bajo el sol inclemente de Maiquetía, no siempre recompensada sino muchas veces humillada por estar pidiendo, su talante heroico de entrega y fidelidad no disminuía. Lo primero, al llegar al hospital,  era quitarse el delantal  e ir a ver a sus enfermos, sin concederse descanso.

Esta experiencia de cruz estaba marcada por un halo de alegría, generosidad y sencillez tal que las hermanas la recordaban siempre como un testimonio del gran amor a Dios, que Él le había manifestado en su Hijo Jesucristo, clavado en una cruz por amor.

Contemplar a Jesús Crucificado era, para ella, un manantial de fuerza que la empujaba a seguir acompañándolo en el dolor de los pobres, excluidos y abandonados, a quienes acogía como al mismo Cristo.

¡Cuánto nos enseña tan abnegada y santa Madre!

miércoles, 19 de febrero de 2020

Charla sobre las Causas de beatificación y canonización


 
El día viernes 14 de febrero, el P. Abelardo Bazó, Vice-postulador de la Causa de beatificación de nuestra Madre Emilia, dictó una Charla sobre el Proceso que se lleva en las Causas de beatificación y canonización, en el salón de reuniones del Hospital San José de Maiquetía, Casa Cuna de nuestra Congregación HPM. Explicó detalladamente cómo se realiza el itinerario desde que la Iglesia acepta al candidato como Siervo de Dios hasta que es proclamado santo. Puso ejemplos de varios de ellos y enfatizó el caso de M. Emilia. Antes de finalizar insistió bastante en la necesidad de orar con más fe, divulgar su vida, darla a conocer, e invocarla con fe.
Participaron varias Hermanitas, religiosas de la diócesis de la Guaira y un buen número de fieles y devotos de la Madre.



127° de su Pascua y Bendición de la capilla

 127 años de la Pascua eterna de M. Emilia y bendición de su capilla en el Hospital San José

Con gran alegría y motivación interior un gran número de hermanitas de las Casas cercanas a Maiquetía nos dimos cita en la Casa Cuna de nuestra Congregación para hacer memoria de los 127 años de la partida al Cielo de la Venerable Madre Emilia de San José y participar después en la bendición de la Capilla donde están sus restos. Comenzamos por decir –como señalamos en una nota anterior y ahora lo recordamos- que los hermanos Mario José y Daniel Proietti construyeron la capilla de la Madre Emilia en honor a su padre Mario Proietti (q.e.p.d.). Quedó de lo más sencilla y hermosa. Tiene la misma arquitectura del frente de la Capilla del Hospital, para que no desentonase, tiene amplitud para que los devotos puedan entrar y orar con tranquilidad y comodidad. Resaltan en su tumba el retrato de la Madre, como era antes de ser religiosa ya que esta es la foto única que se conserva de ella; tiene un respaldar de mármol con dos piezas de color negro y marrón en las que resalta una cruz blanca. La frase “Mi espíritu está lleno de su presencia”, que resalta en una de las piezas a que nos referimos, imprime un toque de sabor espiritual y trascendencia al conjunto. Las paredes internas son blancas en un acabado con textura suave y bonita. En las especies de columnas que hacen de paredes –con unos espacios para airear el ambiente- se colocaron las placas de mármol en acción de gracias que muchos devotos ofrecieron a la Madre y la oración por su beatificación. Al lado izquierdo de su lápida está escrita en acrílico una breve reseña de su vida con algunas de sus frases. Al lado derecho fueron colocados los exvotos que también –en acción de gracias- han ofrecido los devotos. Un vidrio de color azul cubre la parte de atrás de la capilla de manera que se ve muy bien la capilla del hospital. De igual color son los dos lados de la entrada, dando a todo el conjunto un equilibrio arquitectónico de gran belleza en medio de tanta sencillez y humildad de la Madre. Estábamos en deuda con ella.
Las Hnas. prepararon los cantos para animar esta emotiva Eucaristía que fue presidida por Mons. Ramiro Díaz Sánchez, obispo emérito de la diócesis de Machiques y Vicario de la Vida Religiosa en la diócesis de La Guaira, ya que el obispo titular, Mons. Raúl Biord Castillo estaba quebrantado de salud. Lo acompañaron Mons. Pablo Modesto González Pérez, obispo de Guasdualito y nueve sacerdotes de la diócesis. La homilía estuvo a cargo de Mons. Pablo González, quien nos invitó a mirar a Madre Emilia como una mujer virgen que miró hacia el horizonte con gran esperanza. “Ustedes son mujeres que se dedican a los enfermos más pobres, por lo tanto, deben contagiar esperanza”, nos dijo, además de hablar de Emilia como una mujer que soñó con la fuerza del Espíritu y es testimonio de vida y alegría, en medio de tantas dificultades que tuvo que afrontar.
Finalizada la Eucaristía, pasamos al patio central para proceder a la bendición de la capilla de la Madre. Se incorporó Mons. Raúl Biord y, en compañía de los otros dos obispos y los sacerdotes, esparció agua bendita sobre la lápida y paredes de la capilla, dejándola ya bendecida y dispuesta para la veneración de los fieles a tan querida Madre. Todos rezamos la oración pidiendo el milagro necesario para la beatificación de la Madre.
La Hna. Teresa Fajardo Buitrago, Vicaria General, dijo unas emotivas palabras, uno de los resobrinos de M. Emilia compartió los sentimientos que a ellos como familia les embargaban en ese momento y Mario Proietti pronunció unas conmovedoras palabras al recordar a su padre (q.e.p.d.), agradeciendo la confianza que la Congregación le ha manifestado al confiarle trabajar en algunas de nuestras Obras.
Fue muy significativa la presencia de cuatro familiares lejanos de nuestra amada Madre Emilia, quienes estaban muy satisfechos por haber sido invitados y con cierto orgullo de pertenecer al árbol genealógico de los Chapellín.
Finalmente, los alumnos del Colegio Madre Emilia de Maiquetía, entre cantos y bailes, expresaron también su alegría por participar en tan bella ocasión.




jueves, 16 de enero de 2020

Milagro de fe


Una incapacidad que afianzó mi fe en Dios

Fui operado de catarata en la ciudad de Barquisimeto y allí adquirí una bacteria intra hospitalaria de alto riesgo para mi vista y mi salud en general. Los tratamientos no daban resultados y fui trasladado a Caracas donde se me operó, pero la bacteria seguía haciendo estragos en mi ojo izquierdo. Las inyecciones intraoculares de antibióticos me producían un dolor demasiado intenso. Los especialistas, temiendo efectos de la bacteria sobre el torrente sanguíneo, me enviaron por 23 días inyecciones intravenosa. Al final se concluyó que era necesario extraer mi ojo y colocarme una prótesis. Ha sido la experiencia más traumática de mi vida, los dolores eran intensos y mi salud en general desmejoraba. El período más largo de este padecimiento estuve hospedado en la Casa de Acogida y Rehabilitación Padre Machado bajo el cuidado de mi hermana religiosa María de los Ángeles quien me trató con el mayor cariño y afecto. No puedo negar que estuve cercano a una depresión. No encontraba explicación de lo que me había pasado. 

Mi familia estaba preocupada y yo sumido en una gran tristeza. Mi hermana María de los Ángeles todas las noches me visitaba y ella con mucha fe y con su mano en mi frente le pedía a la Madre Emilia (fundadora de las Hermanitas de los Pobres de Maiquetía) su intercesión para devolverme la vista. Poco a poco se fue produciendo en mí un sentimiento de fe que no tenía antes y que a pesar del dolor me empezaba a dar serenidad. Al finalizar la oración y retirarse mi hermana le pedía a Dios que se hiciese Su voluntad. 

No me devolvió la visión por ese ojo, pero Dios a través de esta Venerable Sierva, me abrió las puertas de la fe y me dio a entender que una incapacidad se puede convertir en un cambio profundo que se dio en mi interior, algo que no sentía antes y me llenaba de una serenidad tal que, cuando llegó la hora de la extracción de mi ojo, lo acepté y entendí que Dios permite un dolor para que renaciera una fe y una esperanza que hoy me hacen más seguro, más profundamente creyente y me ha brindado un camino para transitarlo más tranquilamente. Hoy sigo rezando la oración que mi hermana me enseñó. . ."Dígnate glorificarla con el honor de los altares y concédenos seguir sus ejemplos y la gracia que por su intercesión te pedimos, a mayor honor y gloria tuya”. 

Gracias, Señor, por concederme por intermedio de esta Sierva tuya una fe tan grande en Ti.

Eduardo Perdomo Rodríguez
13 de enero de 2020

Es una santa



Es de notar que habiendo muerto la amada Fundadora de las Hermanitas de los Pobres de Maiquetía, como resultado de aquel imponderable acto de caridad hecho a favor de los enajenados, parece que allá en el cielo, donde esperamos está recibiendo el premio de una vida tan llena de sacrificios, y toda ella consagrada al amor de Dios y del prójimo, le ha cabido especial misión de interesarse por esta clase de enfermos, que aquí en la tierra hicieron latir tan compasiva y tiernamente su corazón; y esto lo deducimos por los muchos enajenados que, recobrada la razón, atribuyen su curación radical y el verse salvos de ese mal terrible, a la intercesión de la piadosa Madre Emilia de San José.

Los enfermos y los pobres son su obsesión y su locura, son el sentido de su vida y la expresión más radical de su consagración, convencida de que cuanto hace con estos hermanos más débiles, lo hace con Jesús. Los enfermos son la fe de su amor. (P. Antonio Gracia).

Fallece la amada Madre el 18 de enero de 1893. A las 5:30 a.m. el P. Machado celebra la Misa y ella, después de la Comunión, se duerme en la Paz del Señor, dejando innumerables ejemplos de virtud y santidad. La lloran todos: las hermanitas, el P. Machado, los enfermos y pobres, la familia, los fieles en general.

La muerte de la Madre Emilia se convierte en un clamor popular: “Es una santa”. Este grito se mantiene vivo entre las Hermanitas de los Pobres y bienhechores y más intenso, si cabe entre los enfermos y pobres que la conocieron.

El periódico la religión escribe el 20 de enero de 1983:
“La gente de corazón debe estar de duelo, porque ha muerto una que tenía el alma generosa y suave, imbuida de todas las abnegaciones que engendran el afecto universal… una Santa predestinada a la caridad más sublime… Infatigable en su misión de aliviar dolores y enjugar lágrimas… durante toda su vida solo pensó en aliviar las desgracias de sus prójimos”.

Habiendo comprobado la Congregación para la Causa de los Santos que la Madre Emilia vivió en grado heroico todas las virtudes, Su Santidad Juan Pablo II la declaró VENERABLE el 23 de diciembre de 1993.

Entrega hasta el heroísmo


Entrega hasta el heroísmo

Por prescripción médica, la Madre Emilia, muy enferma ya, debía estar varios meses en los Teques en busca de su mejoría, pero oyó decir que había allí algunos enajenados reunidos en una casa, y quiso visitarlos. Esta clase de enfermos tenía especial atractivo para su corazón, y le llegaban al alma las desgracias de esos pobrecitos doblemente dignos de lástima.

Madre Emilia se acerca presurosamente a la mansión de aquello infelices deseando aliviarlos en algo, llega y contempla el cuadro más desgarrador que contemplaron sus ojos…

En el sombrío patio de una casa abandonada, se amontonaban unos hombres que ni tales parecían; y entre ellos mujeres idiotas o furiosas, con los ojos hundidos o centelleantes… todos consumidos por la enfermedad y el hambre, en un estado de suciedad y abandono indecibles…

Enmarañados cabellos les caían sobre los hombres; unos harapos ennegrecidos cubrían parte de sus cuerpos asquerosos; muchos tenían llagas roídas por gusanos; y toda clase de inmundicias esparcidas por el mugriento piso, formaban charcos infectos de corrompidas aguas. Este conjunto de pestilente miseria despedía un hedor insoportable, y nadie osaba acercarse a ellos…

¡Dios mío, que estupor el de la Madre Emilia ante aquel cuadro! Le parecía un mal sueño; una horrorosa visión. Como fuera de sí estaba, y no podía dar un paso adelante…; más, con aquel dominio de sí misma tan conocido en ella, avanza, les dirige algunas palabras de saludo y… da algunas órdenes a sus compañeras; manda que se avise al Padre Machado para que acuda al remedio de necesidad tan grande, e inmediatamente, sin titubeos, se dio a la tarea de asear aquel triste recinto, resuelta a poner término a la situación de aquellos infelices que la divina Providencia ponía en su camino.

Se consiguió unas latas y con sus propias manos las llenó del modo que pudo de aquellas infectas miserias, y las hizo arrojar lejos. Entregada sin descanso a tarea tan repugnante, logró limpiar la casa y a los enfermos.

En eso la encontró el P. Machado, que al ser llamado se trasladó de inmediato a los Teques y contempló con lágrimas en los ojos el triste estado de aquellos pobrecitos y puso de manifiesto al gobernador tan urgente necesidad.

Nuestra venerable Madre, sin reparar en el estado delicadísimo de su salud, animada de una ardiente caridad que mitigaba a los ardores de su fiebre, trabajaba incansable. A los dos días, todo había cambiado. Vestidos y perfectamente aseados; cortados sus cabellos y largas uñas, los pobres enfermos, como si un poco de luz hubiera penetrado en sus inteligencias con el bienestar de que disfrutaban, sonreían dulcemente a su bienhechora, que no se tranquilizó hasta asegurar la suerte que en adelante los había de librar de tan espantosa miseria y abandono. Los enfermos fueron trasladados al manicomio de Catia dirigido por las Hermanas de San José de Tarbes.

La Madre Emilia se sentía feliz de haber logrado tanto bien; pero ese acto heroico, mejor diremos, esa serie de actos heroicos de caridad, terminó para siempre las actividades exteriores de la Santa fundadora, que, habiendo hecho un esfuerzo tan superior a sus fuerzas, agotó completamente su débil y extenuada salud. Hubo de regresar inmediatamente a Caracas, donde sus hijas se esmeraron, aunque la veían ya sin remedio.

Con un acto de heroísmo tan grande coronó la Madre Emilia su vida de caridad. La había sinceramente consagrado al Señor, y supo hacer completo el holocausto.