martes, 15 de junio de 2021

Emilia en el día a día...


 

Emilia en el día a día

La vida es un camino. En él Dios nos va presentando su voluntad que no es otra cosa sino vivir el porqué de nuestra creación: “conocer, amar y servir a Dios en esta vida y después verle y gozarle eternamente en el cielo”, así rezaba el catecismo que muchos de nosotros aprendimos en la infancia, en nuestra familia nuclear.

Este amar y servir se va haciendo realidad concreta, especialmente cuando recibimos el Bautismo y cuando hacemos una opción de vida. Entonces, vemos con más claridad cuáles son los pasos que hemos de dar, en qué hemos de ocupar nuestros pensamientos, palabras y obras, y a quién dirigirlos. Quien elige el matrimonio, es consciente de que la relación que comienza está abierta a la vida y empieza a formar una familia. Quien hace la opción por la soltería, seguramente ha discernido por dónde debe encauzar su vida. Quien opta por el sacerdocio o la vida consagrada, de igual manera ha asumido la consagración a Dios y a los hermanos.

Madre Emilia, desde que tuvo uso de razón, vivió plenamente y amó al Señor con todo su corazón, con todas sus fuerzas, con todo su ser; y amó al prójimo en quien vio el rostro de Dios.

Su camino estuvo bien claro y definido: vivir para Dios y para los pobres. Día a día se fue desgastando por ambos amores. Esa cotidianidad que a muchos de nosotros puede parecer rutinaria, cansona, “más de lo mismo” (como dicen muchos), para ella fue una ocasión de entregar su vida a través del gran amor que ardía en su joven corazón. Cada momento lo vivió intensamente, no perdió el tiempo en superfluidades, vanidades, pasatiempos, que no dejan nada; su mirada estaba puesta en el cielo. Se nutría cada día con la oración, el silencio, la adoración a Jesús Sacramentado, el servicio alegre y sacrificado a los enfermos y pobres, a quienes socorría con una exquisita caridad.

Ella es para nosotros ejemplo de vida sencilla, serena, paciente, fervorosa, atenta a las necesidades de los demás, abierta a la acción de la gracia de Dios, que siempre encontró en ella un terreno fértil para sembrar la semilla de la Palabra.

Venerable Madre Emilia, ruega por nosotros, y enséñanos a imitar a Jesús como tú lo imitaste. Amén.