Emilia en
el día a día
La vida es un camino. En él Dios nos va presentando
su voluntad que no es otra cosa sino vivir el porqué de nuestra creación: “conocer, amar
y servir a Dios en esta vida y después verle y gozarle eternamente en el cielo”, así rezaba el
catecismo que muchos de nosotros aprendimos en la infancia, en nuestra familia
nuclear.
Este amar y servir se va haciendo realidad concreta,
especialmente cuando recibimos el Bautismo y cuando hacemos una opción de vida.
Entonces, vemos con más claridad cuáles son los pasos que hemos de dar, en qué
hemos de ocupar nuestros pensamientos, palabras y obras, y a quién dirigirlos. Quien
elige el matrimonio, es consciente de que la relación que comienza está abierta
a la vida y empieza a formar una familia. Quien hace la opción por la soltería,
seguramente ha discernido por dónde debe encauzar su vida. Quien opta por el
sacerdocio o la vida consagrada, de igual manera ha asumido la consagración a
Dios y a los hermanos.
Madre Emilia, desde que tuvo uso de razón,
vivió plenamente y amó al Señor con todo su corazón, con todas sus fuerzas, con
todo su ser; y amó al prójimo en quien vio el rostro de Dios.
Su camino estuvo bien claro y definido: vivir
para Dios y para los pobres. Día a día se fue desgastando por ambos amores. Esa
cotidianidad que a muchos de nosotros puede parecer rutinaria, cansona, “más de
lo mismo” (como dicen muchos), para ella fue una ocasión de entregar su vida a
través del gran amor que ardía en su joven corazón. Cada momento lo vivió intensamente,
no perdió el tiempo en superfluidades, vanidades, pasatiempos, que no dejan
nada; su mirada estaba puesta en el cielo. Se nutría cada día con la oración,
el silencio, la adoración a Jesús Sacramentado, el servicio alegre y
sacrificado a los enfermos y pobres, a quienes socorría con una exquisita
caridad.
Ella es para nosotros ejemplo de vida sencilla,
serena, paciente, fervorosa, atenta a las necesidades de los demás, abierta a
la acción de la gracia de Dios, que siempre encontró en ella un terreno fértil para
sembrar la semilla de la Palabra.
Venerable Madre Emilia, ruega por nosotros, y
enséñanos a imitar a Jesús como tú lo imitaste. Amén.
Ruega por Nosotros
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