La última NAVIDAD de
EMILIA
En el mes de diciembre
de 1892 nuestra amada Madre se vio aún más quebrantada en su salud. De tal
magnitud fue su gravedad que pidió al señor Arzobispo la gracia de hacer sus
Votos Perpetuos. Le fue concedido el permiso. El 11 de diciembre, sus hijas,
las Hnas., la llevan al pie del altar para hacer su compromiso definitivo con
Cristo, el Amado de su alma, en artículo de muerte. El P. Machado,
autorizado por el Arzobispo, recibe las sagradas promesas, sellando, así, su
desposorio definitivo con Cristo. Estaba felicísima y hasta parecía que estaba
en franca mejoría. Sin embargo, no fue así.
Su piedad y devoción aún
le dio ánimo para arreglar por última vez el Portalito al Niño Jesús. Con muchísima
dificultad respiratoria, apoyada en su silla o en el brazo de alguna de sus
hijas, gozaba su corazón al hacer con tanto amor el pesebre al Divino Niño.
Llegó la Noche de
Navidad y ella no tuvo otros pensamientos, otras ocupaciones. Pasó la noche en
íntimos coloquios con el Hijo de Dios, hecho niño por nosotros. Las Hnas. la veían
radiante, ensimismada en la contemplación de este gran Misterio del Amor de Dios.
Sus corazones sentían una profunda tristeza al verla tan acabada y presentían
que sería la última Navidad que pasaría con ellas. Les quedó el recuerdo
imborrable de su ternura, delicadeza, amor entrañable, alegría, gozo espiritual y silencio con que vivió
estos días.
Pidámosle que nos
alcance del Divino Niño las gracias que necesitamos para vivir plenamente cada
Navidad, celebrando el cumpleaños del Amor de Dios encarnado.
Que madre Emilia nos alcance la gracia de contemplar este misterio como ella lo contempló.
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