lunes, 4 de marzo de 2019

Signo de la ternura de Dios

El amor y compasión de Emilia por los enfermos

La compasión hacia los que sufren y necesitados, su caridad operante, constituye la carac­terística central de la fisonomía espiritual y apostólica de la señorita Emilia Chapellín. Había aprendido de sus padres el ejercicio de esta vir­tud eminentemente cristiana. Desde temprana edad visitaba con fre­cuencia las casas de los enfermos pobres y se ocupaba en ayudarlos; el dinero que recibía de su padre para los gastos personales lo destinaba para las necesidades de los indigentes.

Encontrándose en Guanape con su familia, supo de una pobre mujer, enferma mental, que tenía un hijo pequeño en una situación lastimosa: Emilia tomó a su cuidado el niño, e interesó a sus hermanos y hermanas en aquella obra de caridad. Una noche, habiendo sentido el llanto de un niño en una choza cercana, salió secretamente, acompañada de su hermana Mercedes; encontraron al pequeño pasmado de frío, al lado de su madre que dormía. Lo calentaron y mecieron hasta que lo dejaron dormido (Historia de la Con­gregación, Pág. 201 s.).
La misma solicitud mostraba con sus familiares enfermos, de manera especial con su madre. Ellos la llamaban "Hermana de la Ca­ridad" (Ibíd., Pág. 203).

Cuando pensaba en su consagración a Dios en la vida religiosa pensaba también, como parte esencial de su vocación, en su do­nación a los pobres y enfermos. Así lo hizo escribir al Arzobispo, Mons. Uzcátegui, en la carta de recomendación que le dio para la Superiora de las Franciscanas de Curazao en 1887:
“…con el fin de que pueda realizar su santo propósito de servir y ser útil a sus hermanos inválidos, el cual ha sido siempre su ardiente deseo” (Summ.  Doc., Pág. 89).

Al llegar a Maiquetía, descubrió en las iniciativas asistenciales del párroco, P. Machado, el campo providencial donde poder realizar su vocación; se inscribió en la asociación de señoras que colaboraban con el sacerdote y desde el primer momento se demostró la más activa y dispuesta a cualquier sacrificio. Cuando su amiga Isabel Lagrange se tuvo que transferir a Caracas, Emilia debió aceptar la presidencia de la asociación benéfica. Acogió con entusias­mo la idea del párroco de emprender la creación de un hospital para los enfermos y ancianos pobres, y asumió la dirección. El sacrificio más grande fue el ir cada día a recolectar limosna para sus enfermos, cuando todos conocían la posición social de su familia; pero venció pronto todo respeto humano.
Pero era en el servicio personal a los enfermos donde se ponía de manifiesto su solícita caridad, especialmente en curar las ­úlceras más repugnantes, en soportar las impertinencias, en ayudar a los inválidos... (Cf. Summ. Doc., Págs. 95-97; 100,114 s., 118 s., 127 s.; 208-210, 250 s., 256).

(Tomado de “Virtudes heroicas” de la Sierva de Dios)

viernes, 1 de marzo de 2019

Testimonios por favores concedidos



El señor Emilio Miranda estaba en terapia intensiva el día 31 de diciembre de 2017 en el hospital Vargas de Caracas, por haberle dado tres infartos seguidos. Estaba muy grave y no lo dejaban ver.
Sin embargo, me dejaron pasar ya que era muy conocido y le llevaba la estampa de la Madre Emilia de la cual soy devota. Le hice una súplica por su salud y le coloqué la estampa en el pecho, él le pasó la mano y se fue quedando tranquilo y cuál es mi sorpresa que a los días me llamó que le dieron de alta y que lo fueran a buscar. Quiero completar el relato con lo que considero otra gracia grande de Madre Emilia. Salí con un amigo del señor Emilio a buscar una lista de medicinas que eran urgentes; le pedí a Ella que nos ayudara a encontrarlas. Las encontramos todas y así pudimos llegar a tiempo para el tratamiento que necesitaba.
Mi agradecimiento a Madre Emilia por estos favores alcanzados. Rosario Lares, C.I. N° 4.020.794