El amor y compasión de Emilia por los enfermos
La compasión hacia los que sufren y necesitados, su caridad operante, constituye la característica central de la fisonomía espiritual y apostólica de la señorita Emilia Chapellín. Había aprendido de sus padres el ejercicio de esta virtud eminentemente cristiana. Desde temprana edad visitaba con frecuencia las casas de los enfermos pobres y se ocupaba en ayudarlos; el dinero que recibía de su padre para los gastos personales lo destinaba para las necesidades de los indigentes.
La compasión hacia los que sufren y necesitados, su caridad operante, constituye la característica central de la fisonomía espiritual y apostólica de la señorita Emilia Chapellín. Había aprendido de sus padres el ejercicio de esta virtud eminentemente cristiana. Desde temprana edad visitaba con frecuencia las casas de los enfermos pobres y se ocupaba en ayudarlos; el dinero que recibía de su padre para los gastos personales lo destinaba para las necesidades de los indigentes.
Encontrándose en Guanape con su familia, supo de una pobre mujer, enferma mental, que tenía un hijo pequeño en una situación lastimosa: Emilia tomó a su cuidado el niño, e interesó a sus hermanos y hermanas en aquella obra de caridad. Una noche, habiendo sentido el llanto de un niño en una choza cercana, salió secretamente, acompañada de su hermana Mercedes; encontraron al pequeño pasmado de frío, al lado de su madre que dormía. Lo calentaron y mecieron hasta que lo dejaron dormido (Historia de la Congregación, Pág. 201 s.).
La misma solicitud mostraba con sus familiares
enfermos, de manera especial con su madre. Ellos la llamaban "Hermana de
la Caridad" (Ibíd., Pág. 203).
Cuando pensaba en su consagración a Dios en la
vida religiosa pensaba también, como parte esencial de su vocación, en su donación
a los pobres y enfermos. Así lo hizo escribir al Arzobispo, Mons. Uzcátegui, en
la carta de recomendación que le dio para la Superiora de las Franciscanas de
Curazao en 1887:
“…con el fin de que pueda realizar su santo
propósito de servir y ser útil a sus hermanos inválidos, el cual ha sido
siempre su ardiente deseo” (Summ. Doc., Pág. 89).
Al llegar a Maiquetía, descubrió en las
iniciativas asistenciales del párroco, P. Machado, el campo providencial donde
poder realizar su vocación; se inscribió en la asociación de señoras que
colaboraban con el sacerdote y desde el primer momento se demostró la más
activa y dispuesta a cualquier sacrificio. Cuando su amiga Isabel Lagrange se
tuvo que transferir a Caracas, Emilia debió aceptar la presidencia de la
asociación benéfica. Acogió con entusiasmo la idea del párroco de emprender la
creación de un hospital para los enfermos y ancianos pobres, y asumió la
dirección. El sacrificio más grande fue el ir cada día a recolectar limosna
para sus enfermos, cuando todos conocían la posición social de su familia; pero
venció pronto todo respeto humano.
Pero era en el servicio personal a los enfermos
donde se ponía de manifiesto su solícita caridad, especialmente en curar las úlceras
más repugnantes, en soportar las impertinencias, en ayudar a los inválidos...
(Cf. Summ. Doc., Págs. 95-97; 100,114
s., 118 s., 127 s.; 208-210, 250 s., 256).
(Tomado
de “Virtudes
heroicas” de la Sierva de Dios)
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