miércoles, 15 de mayo de 2019

Emilia y la Virgen


El amor a Dios que brotaba  del corazón de María Emilia la llevó a profesar un amor tierno y filial a la Santísima Virgen, particularmente en su Inmaculada Concepción, devoción que la atraía de una manera especial. 
Celebraba sus fiestas con gran alegría, a las que se preparaba con actos de virtud y sacrificios.
Cada vez que ingresaba un enfermo, lo primero que hacía era ponerles una medallita de la Virgen, diciéndoles que debían amarla mucho, sugiriéndoles algunas prácticas sencillas y a su alcance, para que acostumbrarlos a obsequiarla y demostrarle su amor.
En su última gravedad rogó al P. Machado que la inscribiera en la Asociación del Rosario. Él lo hizo y, cuando le dijo que le correspondía rezar los 15 misterios el día de la Inmaculada a las 3 de la tarde, se alegró mucho pues era el día de la fiesta de su advocación predilecta. Como ella no iba a poder cumplir este compromiso, pidió a las Hnas. lo hicieran por ella, devoción que todos los años, las Hermanitas viven con gozo y devoción.

Su pureza y castidad, su oración y humildad, su pobreza y obediencia, y todas las virtudes que practicó en forma heroica, son un reflejo de las que nos da ejemplo la Santísima Virgen.

Ella interceda por nosotros. Amén.