162 años de su nacimiento
El 7 de diciembre de 1858 hubo fiesta en el cielo y
fiesta en la tierra. Desde el cielo, nuestro Padre Creador hizo un precioso
regalo a Venezuela, concretamente a Caracas: nació Emilia Chapellín Istúriz.
En tierras caraqueñas, una familia celebró el regalo.
El matrimonio lo formaban Ramón Chapellín y Trinidad Istúriz. Familia con
raigambre cristiana a toda prueba. En ella se podían palpar las virtudes
evangélicas hechas vida en el hogar, con los vecinos, y muy especialmente con
los pobres.
Emilia fue la novena de los doce hijos. ¿Y por qué celebraron los esposos Chapellín
Istúriz la llegada de esta hija? Pues,
ellos estaban convencidos de que un hijo es signo del amor de Dios,
manifestación de la generosidad de Su Corazón. Conocían muy bien lo que dice el
Salmo 127,3: “Un regalo del Señor son los
hijos, recompensa, el fruto de las entrañas”. Como auténticos creyentes, a
los treinta y seis días de nacida la llevan a la Iglesia Catedral de Caracas a
recibir el Sacramento del Bautismo, de manos del Cura Interino, Rvdo. P. Gaspar
Yanes, y apadrinada por Miguel Chapellín y Manuela Istúriz.
Comienza para Emilia una relación filial con Dios, es
ahora templo del Espíritu Santo, participa de la vida divina plenamente. Sus
padres pusieron todo su empeño en cultivar esta gracia divina en ella y poco a
poco fue dando frutos visibles en las virtudes que practicó a lo largo de su
corta pero intensa vida. Cuando, en los
últimos días de su vida, dijo: “Mi
espíritu está lleno de Su presencia”, fue porque en su alma acogió siempre
este Don recibido en el Bautismo con generosidad, su corazón fue disponible a la
acción de la gracia y, por ello, Dios hizo experiencia en ella, colmándola de
favores espirituales.
Emilia, arropada por el amor de Dios, no se quedó
ensimismada en el Misterio. El amor no es estático, es dinámico, impulsa a ser
canal de la vida que lleva en sí. Por eso la veremos como una mujer que, desde
niña y siempre, no se quedaba tranquila en la comodidad y bienestar de su casa,
sino que salía de prisa –como María de Nazaret al saber que su prima Isabel
necesitaba ayuda- a socorrer al niño que lloraba, al pobre que pedía auxilio,
al enfermo que imploraba salud, al mendigo que rogaba una limosna. No lo hacía sola. Involucraba a sus hermanos,
los hacía cómplices de su caridad. Con toda sencillez, colocaba un plato vacío
en la mesa del comedor de su casa para que ellos, antes de comer, pusiesen algo
de su comida, y luego ir a socorrer a algún hambriento, que siempre los ha
habido y habrá, como lo dijo Jesús: “Pobres
tendréis siempre entre ustedes” (Mt 26,11). Cuando atendió a su madre
enferma, fue tal su entrega, su caridad, su delicadeza y cariño, que ésta no
pudo menos que llamarla “hermanita de la
caridad”. Y así fue toda su vida. En
ella el amor a Dios y a los hermanos más necesitados fue inseparable. Toda su
vida es ejemplo de que sí es posible vivir el Evangelio con radicalidad. Ya
religiosa, consagrada al servicio de Dios y de los pobres como Hermanita de los Pobres de Maiquetía -no
obstante la salud precaria que la acompañó siempre-, no escatimó esfuerzos por
entregarse totalmente a su misión. Dan fe de ello los testimonios de quienes la
conocieron y las Hnas. antiguas que tuvieron la bendición de compartir con ella
sus pocos años en la Congregación.
El 18 de enero de 1893, a los 34 años, 1 mes y 11 días entre nosotros, Dios, Padre Creador y
Dador de Vida, a Quien amó con todo su ser, la llamó a entrar en su Luz
maravillosa para darle el premio merecido por sus desvelos a favor de sus
hermanos. Vivió y murió en olor de santidad. El Beato Juan Pablo II la declaró
Venerable el 23 de diciembre de 1993.
En este Año de
la fe, Emilia es para todos -niños, jóvenes y adultos- un modelo de creyente en
los bienes eternos y en las realidades humanas que necesitan ser transformadas.
Podemos aplicar a Emilia lo que dice Su Santidad Benedicto XVI en la Carta Apostólica
Porta
Fidei con motivo del Año de la fe: “Por la fe,
hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en
la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos
concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos
cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta
la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos
y un año de gracia para todos (cf. Lc 4,
18-19) (PF,13).
El Proceso de beatificación de la Venerable Madre Emilia
De San José sigue su curso y estamos intensificando la oración para que, por su
intercesión, el Señor conceda el milagro que se requiere, el cual ha de ser inmediato, completo y
duradero.
Si usted está pasando por una situación difícil, como
el diagnóstico de una enfermedad grave, o está ante un peligro inminente, no
dude en pedir a la Santísima Trinidad la intercesión de la Venerable Madre para
obtener la gracia solicitada. En este caso, es preciso dirigirse solamente a
ella, pues es una condición indispensable que pide la Sagrada Congregación de
la Causa de los Santos para el análisis de un milagro.
Hna. Rosalía Cordero M., hpm
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