Es de notar que habiendo
muerto la amada Fundadora de las Hermanitas de los Pobres de Maiquetía, como resultado de aquel
imponderable acto de caridad hecho a favor de los enajenados, parece que allá en
el cielo, donde esperamos está recibiendo el premio de una vida tan llena de
sacrificios, y toda ella consagrada al amor de Dios y del prójimo, le ha cabido
especial misión de interesarse por esta clase de enfermos, que aquí en la
tierra hicieron latir tan compasiva y tiernamente su corazón; y esto lo
deducimos por los muchos enajenados que, recobrada la razón, atribuyen su
curación radical y el verse salvos de ese mal terrible, a la intercesión de la
piadosa Madre Emilia de San José.
Los
enfermos y los pobres son su obsesión y su locura, son el sentido de su vida y
la expresión más radical de su consagración, convencida de que cuanto hace con
estos hermanos más débiles, lo hace con Jesús. Los enfermos son la fe de su
amor. (P.
Antonio Gracia).
Fallece la amada Madre el 18 de enero de 1893. A las 5:30 a.m. el P. Machado celebra la Misa y ella, después de la Comunión, se duerme en la Paz del Señor, dejando innumerables ejemplos de virtud y santidad. La lloran todos: las hermanitas, el P. Machado, los enfermos y pobres, la familia, los fieles en general.
La muerte de la Madre Emilia se
convierte en un clamor popular: “Es una santa”. Este grito se mantiene vivo
entre las Hermanitas de los Pobres y bienhechores y más intenso, si cabe entre
los enfermos y pobres que la conocieron.
El
periódico la religión escribe el 20 de enero de 1983:
“La gente de corazón debe estar de
duelo, porque ha muerto una que tenía el alma generosa y suave, imbuida de
todas las abnegaciones que engendran el afecto universal… una Santa
predestinada a la caridad más sublime… Infatigable en su misión de aliviar
dolores y enjugar lágrimas… durante toda su vida solo pensó en aliviar las
desgracias de sus prójimos”.
Habiendo comprobado la Congregación
para la Causa de los Santos que la Madre Emilia vivió en grado heroico todas
las virtudes, Su Santidad Juan Pablo II la declaró VENERABLE el 23 de diciembre
de 1993.
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