Una
incapacidad que afianzó mi fe en Dios
Fui operado de catarata en
la ciudad de Barquisimeto y allí adquirí una bacteria intra hospitalaria de
alto riesgo para mi vista y mi salud en general. Los tratamientos no daban
resultados y fui trasladado a Caracas donde se me operó, pero la bacteria
seguía haciendo estragos en mi ojo izquierdo. Las inyecciones intraoculares de
antibióticos me producían un dolor demasiado intenso. Los especialistas,
temiendo efectos de la bacteria sobre el torrente sanguíneo, me enviaron por 23
días inyecciones intravenosa. Al final se concluyó que era necesario extraer mi
ojo y colocarme una prótesis. Ha sido la experiencia más traumática de mi vida,
los dolores eran intensos y mi salud en general desmejoraba. El período más largo
de este padecimiento estuve hospedado en la Casa de Acogida y Rehabilitación
Padre Machado bajo el cuidado de mi hermana religiosa María de los Ángeles
quien me trató con el mayor cariño y afecto. No puedo negar que estuve cercano
a una depresión. No encontraba explicación de lo que me había pasado.
Mi
familia estaba preocupada y yo sumido en una gran tristeza. Mi hermana María de
los Ángeles todas las noches me visitaba y ella con mucha fe y con su mano en
mi frente le pedía a la Madre Emilia (fundadora de las Hermanitas de los Pobres
de Maiquetía) su intercesión para devolverme la vista. Poco a poco se fue
produciendo en mí un sentimiento de fe que no tenía antes y que a pesar del
dolor me empezaba a dar serenidad. Al finalizar la oración y retirarse mi
hermana le pedía a Dios que se hiciese Su voluntad.
No me devolvió la visión
por ese ojo, pero Dios a través de esta Venerable Sierva, me abrió las puertas
de la fe y me dio a entender que una incapacidad se puede convertir en un
cambio profundo que se dio en mi interior, algo que no sentía antes y me
llenaba de una serenidad tal que, cuando llegó la hora de la extracción de mi
ojo, lo acepté y entendí que Dios permite un dolor para que renaciera una fe y
una esperanza que hoy me hacen más seguro, más profundamente creyente y me ha
brindado un camino para transitarlo más tranquilamente. Hoy sigo rezando la
oración que mi hermana me enseñó. . ."Dígnate glorificarla con el honor de
los altares y concédenos seguir sus ejemplos y la gracia que por su intercesión
te pedimos, a mayor honor y gloria tuya”.
Gracias, Señor, por concederme por
intermedio de esta Sierva tuya una fe tan grande en Ti.
Eduardo Perdomo
Rodríguez
13 de enero de 2020
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