El amor a Dios,
a la Eucaristía, de la Venerable Madre Emilia de San José se reflejaba en cada
momento de su vida, especialmente en los que dedicaba a la oración, a la unión
con Dios. Eran rasgos característicos que permitían, a sus hermanas y a quienes
tuvieron la bendición de entrar en contacto con ella, asomarse a ese mundo
interior en el que se encontraban en coloquio íntimo Dios y ella.
Los testigos nos
dicen "que en su recogimiento exterior se veía, era tan notable, que una
de las Hermanas que tuvieron la dicha de tratarla, años después decía de ella:
- Su amor más grande era la oración, y lo fue siempre. La conocí unos días
antes de fundarse la Congregación, precisamente en la iglesia. De rodillas, muy
cerquita del Sagrario, la veía permanecer horas enteras sin cambiar de
posición. Durante la Misa, su actitud me encantaba; sus ojos clavados en el
altar, sus manos juntas, y con un recogimiento tal, como si estuviera contemplando
a Jesús en el momento de ser crucificado" (Hna. Herminia de S. José, Caridad en Acción, in Summ. Doc., pág. 398).
Otro testigo
afirma: "Cuando la Madre Emilia entraba en la Capilla se transformaba. Su
modestia y recogimiento eran tan grandes, que nadie intentó nunca acercársele
en esos momentos. Para las fiestas, ella misma con gran delicadeza y gusto
adornaba. el altar. Le gustaba ver a Jesús con hermosos adornos, y Jesús se complacía
en retornar sus finezas y en mostrarle de mil modos lo contento que estaba de
ella" (Hna. Herminia de San José, Caridad
en Acción, in Summ. Doc., pág. 40,
§ 340).
Alabamos y
bendecimos a Dios por este ejemplo de santidad que nos deja nuestra amada Madre
y le pedimos nos conceda la gracia de aumentar en nosotros su gran amor y
devoción a Jesús presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
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