"Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes”
(Lc 6, 36)
La Venerable Madre
Emilia de San José vivió su consagración, siendo ejemplo de profunda abnegación
y entrega de sí misma, donándose sin límites a los pobres y necesitados
inclusive en los últimos días de su enfermedad. Profundizando su historia y
todas las virtudes que adornaban a esta joven, constatamos que tenía un corazón
compasivo y buscaba la perfección en todo su quehacer diario para alcanzar su
santidad como nuestro Padre Dios. Toda su vida fue abnegación y entrega; en
ningún momento hizo nada para sí misma, sino al contrario salió de sí misma,
aun con su frágil salud, a entregarse por completo a sus pobres como se narra
en su biografía:
“Era raro que la Madre Emilia dejara
de ir a las recolecciones. Su delicada salud exigía reposo; pero ella,
apasionada por el sufrimiento y olvidada por completo de sí misma para ocuparse
de la Obra de Dios, no concedía a sus cansados miembros otro descanso que la
más severa mortificación”
“Sus
primeras hijas la veían con gran dolor llegar de la recolección, pálida, y
sudorosa; la respiración jadeante y exhausta de fuerzas físicas, no a
descansar, sino a ponerse un delantal para atender el almuerzo de los enfermos,
y esto con aire de alegría y contento, que encubría en parte la fuerza de su
enfermedad” [1]
Fue
tan grande el amor que Madre Emilia le guardaba a Jesús, que su abnegación y
entrega era sin reservas, ya que después de haber atendido a los enfermos
sirviéndoles su almuerzo con sus manos y de haber tomado ella su ligero
refrigerio en compañía de sus hijas, continuaba la tarea del aseo de los
enfermos, curando sus úlceras, lavando sus ropas y cocinándoles; en fin, no
tenía tiempo para descansar. Nuestra amada fundadora no dudó en dar, día a día,
su vida por Cristo, olvidándose de ella misma. Por su enfermedad había ido a los
Teques a descansar y escuchó que había unos enfermos mentales en condiciones deplorables.
Ella, movida por la compasión, atiende a los enfermos con ternura y delicadeza,
con esa exquisita caridad que brota de su corazón apasionado por Dios y los
pobres.
Su
ejemplo de abnegación y entrega lo vivió hasta en su lecho de muerte cuando no
aceptaba ningún calmante porque no quería aliviarse, dejándonos una gran
enseñanza.
Su
vida, entregada sin reservas, nos enseña que debemos entregarnos por completo a
Cristo y no a pedacitos. Hizo vida lo que dijo en sus últimos días: “Para conseguir ese amor es preciso ser
muy humildes y fieles a las cosas pequeñas, porque Nuestro Señor es muy celoso
y quiere habitar solo en nuestro corazón, no gusta ser servido a medias”.
Seguir
a Cristo es darlo todo por Él y no a medias. Salgamos de nosotros mismos y sirvamos
al hermano que sufre, al que está solo y nos necesita. Vale la pena darlo Todo por Jesús y ganar a todas las
almas para Cristo.
Hna.
Zulay Montilva, hpm
[1]
Vida de la Sierva de Dios Madre Emilia de San José. Cap. XXVII. Virtudes que practicó Madre Emilia en su
vida.
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