jueves, 25 de octubre de 2018

Toma de Hábito


Toma de Hábito de la  Srta. 
Emilia Chapellín Istúriz

Inaugurado el Hospital “San José” en Maiquetía, el 22 de abril de 1888, Emilia siente una alegría muy profunda, pues ve cómo sus sueños se están haciendo realidad: se atienden los primeros ocho enfermos. Ella se entrega generosa y abnegadamente a servirlos, hasta en los más pequeños detalles de atención, extremando su compasión, amor y ternura, siendo ejemplo para las damas que la acompañan en esta hermosa y nueva tarea. De éstas, surgen varias jóvenes que desean también entregar sus vidas al servicio de Dios en los pobres y enfermos.

En diálogos frecuentes con el P. Machado va creciendo su deseo de consagrarse enteramente al Señor. Llegó el momento de formar una comunidad religiosa. Encuentra resistencia en su padre, quien piensa en su menguada salud. Logra que en su casa él le acomode una habitación sencilla donde puede orar, vivir en pobreza y silencio. Dios escucha sus plegarias. Un día, el P. Machado le da un crucifijo para que se lo coloque y vaya a hablar con don Ramón, su padre. Las reacciones de la familia no se hicieron esperar, pero más pudo el amor. Su amado padre le permite, no sin dolor y lágrimas, que se vaya a Maiquetía a realizar su anhelo. Ellos lloran de dolor ante tal separación. Ella llora de felicidad.

Así, el 25 de septiembre de 1889, se instala en el Hospital, junto a dos compañeras: María de Jesús y María Eustaquia. Recibe las llaves de la casa y lo más preciado que hay en ella: doce enfermos, dieciocho enfermas, algunas facturas sin pagar y bastante pobreza. Así nace nuestra Congregación Hermanitas de los Pobres de Maiquetía.

Un día como hoy, 25 de octubre de 1889, viste el hábito religioso, con gran gozo espiritual, y en su corazón entonaría –seguramente- el más bello Magníficat salido de sus labios. No solo fue vestir el hábito, sino recibir su nuevo nombre de Hna. Emilia de San José, lo que completó su alegría interior, pues fue su santo preferido, a quien acudía en cada necesidad que tenía y él nunca le falló.

Damos gracias a Dios por esta conmemoración congregacional que nos remonta a una experiencia viva de nuestra amada Madre Fundadora.

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