Madre Emilia nos enseña a vivir la Navidad. Desde su hogar aprendió a celebrar con fervor este grandioso misterio.
Aprendió desde muy niña a contemplar el inmenso Amor de Dios por la humanidad; fruto de ello es esa ternura que la caracterizó en la atención a los pobres, a los enfermos, a los niños, a los ancianos, así como en las relaciones interpersonales de fraternidad, alegría y serenidad con sus hermanas en la comunidad apenas naciente.
El último pesebre que hizo en el Asilo La Providencia era recordado por las Hnas. que compartieron con ella esos momentos, y hablaban del fervor y gozo con que preparó cada detalle, expresando, así, su inmenso amor a Dios hecho hombre en el Niño de Belén.
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